Por tanto, que nos tengan los hombres por servidores de Cristo y administradores de los misterios de Dios.
Ahora bien, lo que en fin de cuentas se exige de los administradores es que sean fieles.
Aunque a mí lo que menos me importa es ser juzgado por vosotros o por un tribunal humano. ¡Ni siquiera me juzgo a mí mismo!
Cierto que mi conciencia nada me reprocha; mas no por eso quedo justificado. Mi juez es el Señor.
Así que, no juzguéis nada antes de tiempo hasta que venga el Señor. El iluminará los secretos de las tinieblas y pondrá de manifiesto los designios de los corazones. Entonces recibirá cada cual del Señor la alabanza que le corresponda.