Caminaba con él mucha gente, y volviéndose les dijo:
«Si alguno viene donde mí y no odia a su padre, a su madre, a su mujer, a sus hijos, a sus hermanos, a sus hermanas y hasta su propia vida, no puede ser discípulo mío.
El que no lleve su cruz y venga en pos de mí, no puede ser discípulo mío.
«Porque ¿quién de vosotros, que quiere edificar una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, y ver si tiene para acabarla?
No sea que, habiendo puesto los cimientos y no pudiendo terminar, todos los que lo vean se pongan a burlarse de él, diciendo:
"Este comenzó a edificar y no pudo terminar."
O ¿qué rey, que sale a enfrentarse contra otro rey, no se sienta antes y delibera si con 10.000 puede salir al paso del que viene contra él con 20.000?
Y si no, cuando está todavía lejos, envía una embajada para pedir condiciones de paz.
Pues, de igual manera, cualquiera de vosotros que no renuncie a todos sus bienes, no puede ser discípulo mío.
Salmo 90: 3 - 6, 12 - 13, 14 - 17
Tú al polvo reduces a los hombres, diciendo: «¡Tornad, hijos de Adán!»
Porque mil años a tus ojos son como el ayer, que ya pasó, como una vigilia de la noche.
Tú los sumerges en un sueño, a la mañana serán como hierba que brota;
por la mañana brota y florece, por la tarde se amustia y se seca.
¡Enseñanos a contar nuestros días, para que entre la sabiduría en nuestro corazón!
¡Vuelve, Yahveh! ¿Hasta cuándo? Ten piedad de tus siervos.
Sácianos de tu amor a la mañana, que exultemos y cantemos toda nuestra vida.
Devuélvenos en gozo los días que nos humillaste, los años en que desdicha conocimos.
¡Que se vea tu obra con tus siervos, y tu esplendor sobre sus hijos!
¡La dulzura del Señor sea con nosotros! ¡Confirma tú la acción de nuestras manos!
Porque mil años a tus ojos son como el ayer, que ya pasó, como una vigilia de la noche.
Tú los sumerges en un sueño, a la mañana serán como hierba que brota;
por la mañana brota y florece, por la tarde se amustia y se seca.
¡Enseñanos a contar nuestros días, para que entre la sabiduría en nuestro corazón!
¡Vuelve, Yahveh! ¿Hasta cuándo? Ten piedad de tus siervos.
Sácianos de tu amor a la mañana, que exultemos y cantemos toda nuestra vida.
Devuélvenos en gozo los días que nos humillaste, los años en que desdicha conocimos.
¡Que se vea tu obra con tus siervos, y tu esplendor sobre sus hijos!
¡La dulzura del Señor sea con nosotros! ¡Confirma tú la acción de nuestras manos!
Lucas 6: 1 - 5
Sucedió que cruzaba en sábado por unos sembrados; sus discípulos arrancaban y comían espigas desgranándolas con las manos.
Algunos de los fariseos dijeron: «¿Por qué hacéis lo que no es lícito en sábado?»
Y Jesús les respondió: «¿Ni siquiera habéis leído lo que hizo David, cuando sintió hambre él y los que le acompañaban,
cómo entró en la Casa de Dios, y tomando los panes de la presencia, que no es lícito comer sino sólo a los sacerdotes, comió él y dio a los que le acompañaban?»
Y les dijo: «El Hijo del hombre es señor del sábado.»
Algunos de los fariseos dijeron: «¿Por qué hacéis lo que no es lícito en sábado?»
Y Jesús les respondió: «¿Ni siquiera habéis leído lo que hizo David, cuando sintió hambre él y los que le acompañaban,
cómo entró en la Casa de Dios, y tomando los panes de la presencia, que no es lícito comer sino sólo a los sacerdotes, comió él y dio a los que le acompañaban?»
Y les dijo: «El Hijo del hombre es señor del sábado.»
Sabiduría 9: 13 - 18
¿Qué hombre, en efecto, podrá conocer la voluntad de Dios? ¿Quién hacerse idea de lo que el Señor quiere?
Los pensamientos de los mortales son tímidos e inseguras nuestras ideas,
pues un cuerpo corruptible agobia el alma y esta tienda de tierra abruma el espíritu lleno de preocupaciones.
Trabajosamente conjeturamos lo que hay sobre la tierra y con fatiga hallamos lo que está a nuestro alcance; ¿quién, entonces, ha rastreado lo que está en los cielos?
Y ¿quién habría conocido tu voluntad, si tú no le hubieses dado la Sabiduría y no le hubieses enviado de lo alto tu espíritu santo?
Sólo así se enderezaron los caminos de los moradores de la tierra, así aprendieron los hombres lo que a ti te agrada y gracias a la Sabiduría se salvaron.»
Los pensamientos de los mortales son tímidos e inseguras nuestras ideas,
pues un cuerpo corruptible agobia el alma y esta tienda de tierra abruma el espíritu lleno de preocupaciones.
Trabajosamente conjeturamos lo que hay sobre la tierra y con fatiga hallamos lo que está a nuestro alcance; ¿quién, entonces, ha rastreado lo que está en los cielos?
Y ¿quién habría conocido tu voluntad, si tú no le hubieses dado la Sabiduría y no le hubieses enviado de lo alto tu espíritu santo?
Sólo así se enderezaron los caminos de los moradores de la tierra, así aprendieron los hombres lo que a ti te agrada y gracias a la Sabiduría se salvaron.»
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